Los nuevos aranceles al acero y aluminio: un golpe al T-MEC y a las economías de México y Canadá

La escalada arancelaria impulsada por Donald Trump ha sumado un nuevo capítulo con la imposición de un gravamen del 25% a todas las importaciones de acero y aluminio. Esta medida, celebrada por la industria siderúrgica estadounidense, no solo desafía el principio de libre comercio dentro del T-MEC, sino que también supone un impacto significativo para las economías de México y Canadá, principales exportadores de estos metales a Estados Unidos. A menos de un año de la renegociación del tratado, la decisión multiplica las tensiones diplomáticas y cuestiona la estabilidad del acuerdo comercial.
Para Canadá, la tregua con su principal socio comercial ha sido efímera. Tras obtener un respiro temporal mediante un acuerdo con Trump que incluyó compromisos en materia de migración y control de fentanilo, el Gobierno de Justin Trudeau enfrenta ahora una realidad mucho más hostil. La relación bilateral entre ambas naciones se tambalea ante un Trump que parece decidido a someter a su vecino del norte a una dinámica de dependencia comercial sin precedentes.
Canadá es el mayor proveedor de acero a Estados Unidos, con exportaciones valoradas en 11.200 millones de dólares, por encima de Brasil, México, Corea del Sur y Alemania. En el caso del aluminio, sus ventas superan los 9.500 millones de dólares. El nuevo esquema arancelario podría generar una reconfiguración en la industria manufacturera, afectando de manera particular a la automotriz, cuyo ecosistema industrial depende de un flujo constante de materiales a través de la frontera entre Ontario y Michigan.
En el caso de México, la medida amenaza con incrementar los costos de producción en sectores estratégicos como el automotriz, electrónico, eléctrico y químico-farmacéutico. «El arancel impactará en los costos de ensamblaje y montaje final, reflejándose en los precios al consumidor», advierte Ignacio Martínez Cortés, coordinador del Laboratorio de Comercio, Economía y Negocios de la UNAM. La integración industrial de la región, basada en cadenas de suministro optimizadas por la ausencia de aranceles dentro del T-MEC, podría verse afectada severamente.
El Gobierno de Joe Biden ya había impuesto en julio de 2024 un arancel del 25% al acero y del 10% al aluminio provenientes de México, argumentando que buena parte de estos insumos tenían origen chino y buscaban evadir impuestos. Ahora, la vuelta de Trump a la presidencia y su ofensiva comercial amenazan con encarecer aún más el comercio bilateral. Fitch Ratings advierte que la aplicación generalizada de este arancel podría llevar a México a una recesión en 2025 y reducir el PIB en tres puntos porcentuales para 2026. «Si el gravamen se extiende a todas las exportaciones mexicanas, podría representar un impacto del 7% en el PIB», alerta Martínez Cortés.
Por su parte, la presidenta Claudia Sheinbaum ha adoptado un enfoque mesurado. Su administración, a través de la Secretaría de Economía, mantiene diálogos con el sector siderúrgico para fortalecer la producción nacional y minimizar el impacto de la medida.
En el frente sudamericano, Brasil enfrenta una situación delicada. Con ventas de acero a Estados Unidos por 5.700 millones de dólares en 2024, el país sudamericano se ha convertido en el segundo proveedor de este material, superando recientemente a México. Aunque la diplomacia brasileña, caracterizada por su pragmatismo, ha optado por un tono cauteloso, la preocupación crece ante la posibilidad de que la ofensiva arancelaria se extienda a otros insumos clave, como el hierro y el mineral de hierro.
El endurecimiento de las políticas comerciales de Estados Unidos bajo la administración de Trump podría redefinir el equilibrio económico en la región y reavivar disputas comerciales con sus principales socios. Con la renegociación del T-MEC en el horizonte, el futuro del comercio en Norteamérica está marcado por la incertidumbre.