Trump, Musk & compañía: la expansión de un nuevo orden político

Los movimientos de ultraderecha están ganando terreno a nivel global, articulados en torno al nacionalismo, el populismo y una postura férrea contra la inmigración. Aunque promueven una retórica antiglobalista, su influencia se expande más allá de las fronteras, consolidando una red con cada vez mayor alcance internacional.
En enero de 2025, con la nueva investidura de Donald Trump como presidente de Estados Unidos, líderes de distintas naciones acudieron a Washington D.C. para presenciar el evento. Entre ellos destacaron el presidente de Argentina, Javier Milei, y la primera ministra de Italia, Giorgia Meloni. También se hicieron presentes figuras clave de la derecha global, como Nigel Farage del Reino Unido y representantes del partido alemán Alternativa para Alemania (AfD).
Este alineamiento político no es un fenómeno aislado. Un día antes de la ceremonia, actores influyentes de este movimiento, incluidos Steve Bannon, el hijo del expresidente brasileño Jair Bolsonaro y diversos parlamentarios europeos, sostuvieron encuentros estratégicos. La convergencia de estas fuerzas transnacionales pone en evidencia un proyecto político con objetivos compartidos y estrategias coordinadas.
Un nuevo eje ideológico: conservadurismo, nacionalismo y rechazo a la globalización
A pesar de que la consigna de Trump ha sido “América Primero”, su figura se ha convertido en un punto de referencia para nacionalistas de todo el mundo, incluso para aquellos que en el pasado expresaron posturas contrarias a Estados Unidos. Esta aparente contradicción se disipa al analizar los pilares fundamentales de estos movimientos.
De acuerdo con la socióloga Katrine Fangen, experta en redes transnacionales de la ultraderecha, estos grupos se cohesionan en torno a cuatro ejes principales: oposición a la inmigración, nacionalismo, promoción de valores tradicionales y rechazo a la globalización. Más allá de la búsqueda del poder político inmediato, su objetivo es una transformación estructural del orden ideológico mundial.
El politólogo Thomas Greven, de la Universidad Libre de Berlín, destaca que estos movimientos no solo comparten principios, sino que también replican tácticas exitosas a nivel internacional. Un ejemplo es la estrategia comunicacional promovida por Steve Bannon, basada en inundar la esfera pública con información polémica y ataques constantes, desestabilizando a sus adversarios y monopolizando la conversación política.
Democracia mayoritaria y concentración del poder
Para estos líderes, la democracia es un vehículo para acceder al poder, pero no necesariamente un principio inquebrantable. Su enfoque de “democracia hiper-mayoritaria” propone que quien gana las elecciones tiene el derecho de gobernar sin restricciones, minimizando el papel de contrapesos institucionales.
El primer ministro húngaro, Viktor Orbán, ilustra esta visión: “Fui elegido con un mandato claro para frenar la inmigración en Hungría, y no permitiré que tribunales, organismos internacionales o medios de comunicación obstaculicen mi gobierno”. Este discurso refleja una creciente tendencia a debilitar las instituciones democráticas y los mecanismos de control, en favor de una gobernanza basada en la imposición de la voluntad mayoritaria sin concesiones.
¿Hasta dónde llegará esta tendencia?
A inicios de 2025, los resultados electorales reflejan un avance significativo de la ultraderecha. La reelección de Trump en Estados Unidos y el crecimiento de estos partidos en Alemania, Francia, Reino Unido y Austria evidencian un giro político que desafía el statu quo.
Sin embargo, Thomas Greven señala que este ascenso no es irreversible. Muchas de estas fuerzas han prosperado desde la oposición, evitando el desgaste que conlleva la gestión gubernamental. Además, la aparente cohesión de estos movimientos oculta fracturas internas que podrían debilitar su expansión.
El futuro de esta corriente política dependerá, en gran medida, de la fortaleza de las instituciones democráticas y de la capacidad de respuesta de otros actores políticos y económicos. En un escenario de creciente polarización, el equilibrio de poder seguirá siendo un factor clave para definir el rumbo de la gobernanza global.